Introducción a los principios generales del entrenamiento.
Cualquier práctica de entrenamiento, actividad motora que se propone como fin mejorar, perfeccionar, hacer más rápidos, repetir muchas veces unos esquemas motores para lograr el mejor resultado deportivo, debe proceder según unas reglas, que se convierten en axiomas inderogables allí donde se busca una performance. Los componentes que intervienen en la realización de la performance son (tabla 1).
Según se trate de una actividad con prevalencia de la destreza (tiro, esgrima, etc.) o esencialmente física (remo, ciclismo, halterofilia, etc.), estos componentes participarán en diversa medida en la realización de la performance. El programa de entrenamiento para lograr la máxima prestación debe proyectarse a partir de las posibilidades actuales del atleta; por ello, ante todo conviene observar el grado de preparación con una batería de tests, apropiados para valorar tanto sus posibilidades orgánicas y musculares, como sus cualidades neuromusculares. La elección de los tests incluye una muy amplia gama de pruebas. El instructor deberá elegir una serie válida con respecto a la actividad deportiva específica que le interesa.
De este libro se podrán extraer una serie de ejercicios que pueden servir como tests para las diferentes cualidades musculares. (véase ejemplos).
Ejemplo 1. Para valorar la fuerza-velocidad nos podremos servir del ejercicio n.° 2 de la tabla 22, relativo a la musculatura extensora del muslo. La valoración podrá efectuarse midiendo el punto que alcanzan los dedos sobre una pared. Este test es similar al conocido test de Abalakov.
Ejemplo 2. Para valorar la movilidad articular se podrá utilizar el ejercicio n.° 14 de la tabla 23, sobre los movimientos de aducción del muslo; la valoración se obtiene midiendo la distancia del esternón al miembro inferior. Para profundizar más en el tema se pueden consultar, en la bibliografía deportiva, los tests relacionados con la valoración de la aptitud.
Una vez establecidos los valores de partida, será oportuno planificar un programa de trabajo anual, donde se proyecte el logro de unos resultados físico-deportivos diferenciados, que van a depender tanto de la edad del atleta como de su nivel de preparación inicial.
En la programación del trabajo se debe tener presente la progresión desde lo más sencillo encillo a lo más difícil, de lo singular a lo múltiple, de lo lento a lo veloz, de lo cuantitativo a lo cualitativo, de lo sintético a lo analítico.
Para lograrlo, es preciso tener presentes algunos principios básicos de metodología del entrenamiento. En cuanto concierne a la observancia de las justas cargas de trabajo en los primeros años de actividad, es muy importante el principio de la cantidad y de la calidad (intensidad) del trabajo a suministrar. En principio, se debe aumentar el número de repeticiones de los ejercicios sin limitación de tiempo, y sólo en los años sucesivos se procederá a un aumento de la carga y de la velocidad de ejecución.
Para explicar con un ejemplo el concepto de cantidad, podemos decir que por ello se entiende: el tiempo dedicado a una actividad, o bien la distancia de carrera efectuada o el número de repeticiones de un, ejercicio, etc. Por intensidad (o calidad) entendemos la velocidad con la cual se recorre una determinada distancia, o el número de repeticiones respecto al tiempo empleado, o la carga (kg en las ejercitaciones con pesas).
Otro principio muy importante en la programación del entrenamiento del joven atleta es el concepto de globalidad (o sea de generalización del trabajo), que se opone al de especialización.
Los estudios más recientes sobre el fenómeno deportivo han demostrado que la especialización precoz de alto nivel a menudo puede ser causa de una corta carrera deportiva y de un prematuro abandono de la actividad, y que para alcanzar unas elevadas prestaciones es necesario desarrollar una larga y genérica actividad de base. La gimnasia artística, que, por sus características técnicas, requiere inevitablemente una especialización precoz, presenta diferentes necesidades y valoraciones.
Este tipo de actividad global debe ser practicada hasta los 11-12 años, momento en que será oportuno comenzar la especialización deportiva inicial.
En esta fase se incluyen en la preparación los elementos técnicos de la especialidad elegida, tanto para la construcción de los esquemas motores, como en lo concerniente a las cualidades físicas propias de la especialidad.
Entre los 13 y los 17 años se pasará a un entrenamiento más profundo del deporte practicado, estando presente todavía en alto porcentaje la preparación global que servirá de soporte indispensable en la fase siguiente.
Superada esta edad, deberá buscarse la máxima prestación deportiva, hasta alcanzarla, a distintas edades. La edad óptima para alcanzar la máxima prestación es diferente para las diversas disciplinas, y se halla condicionada además de por los factores técnicos propios de la disciplina, por factores genéticos y por situaciones psicofísicas individuales.
Podemos decir que se debe mantener siempre una relación bien definida entre la preparación física general y la específica, según los años de actividad deportiva.
En los primeros años de actividad, la relación estará a favor de la preparación general, con un valor aproximado de alrededor del 70 % respecto al 30 % de la preparación específica. Con los años, esta relación pasará a cerca M 60-40 %, después al 40-60 %, y más adelante al 30-70 %, hasta llegar al 20-80 % para los atletas de alto nivel. Así, hemos llegado a considerar dos formas de preparación básicas para cualquier actividad competitiva: la preparación muscular general y la específica.
Cualquier práctica de entrenamiento, actividad motora que se propone como fin mejorar, perfeccionar, hacer más rápidos, repetir muchas veces unos esquemas motores para lograr el mejor resultado deportivo, debe proceder según unas reglas, que se convierten en axiomas inderogables allí donde se busca una performance. Los componentes que intervienen en la realización de la performance son (tabla 1).
Según se trate de una actividad con prevalencia de la destreza (tiro, esgrima, etc.) o esencialmente física (remo, ciclismo, halterofilia, etc.), estos componentes participarán en diversa medida en la realización de la performance. El programa de entrenamiento para lograr la máxima prestación debe proyectarse a partir de las posibilidades actuales del atleta; por ello, ante todo conviene observar el grado de preparación con una batería de tests, apropiados para valorar tanto sus posibilidades orgánicas y musculares, como sus cualidades neuromusculares. La elección de los tests incluye una muy amplia gama de pruebas. El instructor deberá elegir una serie válida con respecto a la actividad deportiva específica que le interesa.
De este libro se podrán extraer una serie de ejercicios que pueden servir como tests para las diferentes cualidades musculares. (véase ejemplos).
Ejemplo 1. Para valorar la fuerza-velocidad nos podremos servir del ejercicio n.° 2 de la tabla 22, relativo a la musculatura extensora del muslo. La valoración podrá efectuarse midiendo el punto que alcanzan los dedos sobre una pared. Este test es similar al conocido test de Abalakov.
Ejemplo 2. Para valorar la movilidad articular se podrá utilizar el ejercicio n.° 14 de la tabla 23, sobre los movimientos de aducción del muslo; la valoración se obtiene midiendo la distancia del esternón al miembro inferior. Para profundizar más en el tema se pueden consultar, en la bibliografía deportiva, los tests relacionados con la valoración de la aptitud.
Una vez establecidos los valores de partida, será oportuno planificar un programa de trabajo anual, donde se proyecte el logro de unos resultados físico-deportivos diferenciados, que van a depender tanto de la edad del atleta como de su nivel de preparación inicial.
En la programación del trabajo se debe tener presente la progresión desde lo más sencillo encillo a lo más difícil, de lo singular a lo múltiple, de lo lento a lo veloz, de lo cuantitativo a lo cualitativo, de lo sintético a lo analítico.
Para lograrlo, es preciso tener presentes algunos principios básicos de metodología del entrenamiento. En cuanto concierne a la observancia de las justas cargas de trabajo en los primeros años de actividad, es muy importante el principio de la cantidad y de la calidad (intensidad) del trabajo a suministrar. En principio, se debe aumentar el número de repeticiones de los ejercicios sin limitación de tiempo, y sólo en los años sucesivos se procederá a un aumento de la carga y de la velocidad de ejecución.
Para explicar con un ejemplo el concepto de cantidad, podemos decir que por ello se entiende: el tiempo dedicado a una actividad, o bien la distancia de carrera efectuada o el número de repeticiones de un, ejercicio, etc. Por intensidad (o calidad) entendemos la velocidad con la cual se recorre una determinada distancia, o el número de repeticiones respecto al tiempo empleado, o la carga (kg en las ejercitaciones con pesas).
Otro principio muy importante en la programación del entrenamiento del joven atleta es el concepto de globalidad (o sea de generalización del trabajo), que se opone al de especialización.
Los estudios más recientes sobre el fenómeno deportivo han demostrado que la especialización precoz de alto nivel a menudo puede ser causa de una corta carrera deportiva y de un prematuro abandono de la actividad, y que para alcanzar unas elevadas prestaciones es necesario desarrollar una larga y genérica actividad de base. La gimnasia artística, que, por sus características técnicas, requiere inevitablemente una especialización precoz, presenta diferentes necesidades y valoraciones.
Este tipo de actividad global debe ser practicada hasta los 11-12 años, momento en que será oportuno comenzar la especialización deportiva inicial.
En esta fase se incluyen en la preparación los elementos técnicos de la especialidad elegida, tanto para la construcción de los esquemas motores, como en lo concerniente a las cualidades físicas propias de la especialidad.
Entre los 13 y los 17 años se pasará a un entrenamiento más profundo del deporte practicado, estando presente todavía en alto porcentaje la preparación global que servirá de soporte indispensable en la fase siguiente.
Superada esta edad, deberá buscarse la máxima prestación deportiva, hasta alcanzarla, a distintas edades. La edad óptima para alcanzar la máxima prestación es diferente para las diversas disciplinas, y se halla condicionada además de por los factores técnicos propios de la disciplina, por factores genéticos y por situaciones psicofísicas individuales.
Podemos decir que se debe mantener siempre una relación bien definida entre la preparación física general y la específica, según los años de actividad deportiva.
En los primeros años de actividad, la relación estará a favor de la preparación general, con un valor aproximado de alrededor del 70 % respecto al 30 % de la preparación específica. Con los años, esta relación pasará a cerca M 60-40 %, después al 40-60 %, y más adelante al 30-70 %, hasta llegar al 20-80 % para los atletas de alto nivel. Así, hemos llegado a considerar dos formas de preparación básicas para cualquier actividad competitiva: la preparación muscular general y la específica.